domingo, 15 de mayo de 2016

22 DE MAYO: OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.


“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad plena.”

SE REANUDA EL TIEMPO ORDINARIO

OCTAVA SEMANA DEL

TIEMPO ORDINARIO

22  de Mayo

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(DÍA PRO ORANTIBUS –CONTEMPLATIVOS)

1ª Lectura: Proverbios 8,22-31
Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada.

Salmo 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

2ª Lectura: Romanos 5,1-5

Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu.

PALABRA DEL DÍA

Juan 16,12-15

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir: Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

REFLEXIÓN

Profesamos nuestra fe en Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La profesamos desde nuestro bautismo, fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hasta que morimos abrazados a la cruz. La profesamos en nuestras oraciones, signos y bendiciones, catequesis y enseñanzas, cantos y tradiciones.

            Aunque no hemos sido muy conscientes de la importancia espiritual de este misterio, hoy, por la gracia de Dios, sabemos que es fuente, marca y meta de toda nuestra vida.

•          Fuente: Tres corrientes en una, origen de toda vida y toda gracia.

•          Marca: Estamos hechos a su imagen, con dinamismo de comunión.

•          Meta: “Nos has hecho, Señor, para ti”, decía san Agustín. Caminamos hacia el abrazo trinitario.

        El Padre, decía san Juan de la Cruz, es mano blanda. Blanda por la ternura y la misericordia. Pero es también mano fuerte, creadora y protectora. De sus dedos salieron las espirales de las estrellas, la vida innumerable, las figuras del hombre y la mujer, bien moldeados.


            El Hijo es “toque delicado”, carne de nuestra carne. Su toque era curativo y amistoso. Su toque era transmisión de gracias. Su toque elevaba y dignificaba. Después se dejó tocar y traspasar para redimirnos y salvarnos.

            El Espíritu es “llama viva”, que purifica y transforma, da calor y amistad, embellece y transfigura. De su llama se desprenden inflamaciones de amor. Ya nunca tendremos miedo, porque en Él estamos encendidos.

            Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidos en fuerte abrazo, viviendo la comunión perfecta, sosteniendo y recreando la vida toda, desbordando en hijos y familias, tan distintos, tan iguales, sostén y fundamento de todo lo creado.

            Dios Padre, que es creación, amor. Dios es amor. Dios Hijo, que es el camino que tenemos que recorrer, la verdad que tenemos que creer y la vida que tenemos que vivir. Dios Espíritu Santo, que es donación, comunicación, comunión.

            ¿En qué Dios creemos?

            ¿En un Dios serio, justiciero. En un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos?

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

ABRIRNOS AL MISTERIO DE DIOS

A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí". Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre". Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            Yo creo:

•          En un Dios que es todo corazón, compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.

•          En un Dios-Padre, fuente de vida, generosidad desbordante.

•          En un Dios-Hijo, palabra eterna del Padre por la que todo vino a la existencia, que paso por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él.

•          En un Dios-Espíritu Santo, llama viva, fuerza desbordante, comunión profunda, alma de la Iglesia.

•         Creo en un Dios siempre alegre, uno y trino, comunidad, familia, las tres divinas personas en comunión de vida y amor.

         Creo también que este Dios bueno no quiso quedarse tanta bondad para él solo y creó al hombre: A imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó.

          Tres veces repite el libro del Génesis en el relato de la creación, en un solo versículo, que el hombre es una imagen de Dios.

           Por eso, también necesito creer en el hombre:

•          En un hombre que sea donación, como Dios. Aprendamos a dar y a darnos, a compartir bienes y talentos, a abrir la mano y el corazón al otro.

•          En un hombre que sea comunicación. Como dios, el hombre tiene la palabra. Porque frente a la incomunicación y a la confusión de Babel, está Pentecostés.


•          En un hombre que sea comunión. Creer en la Trinidad es optar por la comunión entre los hombres. Por eso debemos sentirnos felices cuando vivimos nuestra fe en comunidad de fe y amor en la eucaristía.
           Solo Dios puede colmar la insatisfacción del hombre, solo él puede colmar nuestra sed: “El que tenga sed, que venga a mí y beba”, decía Jesús.

         Tenemos sed de muchas cosas, pero solo él puede calmar nuestra sed, es lo que san Agustín expresaba tan certera y bellamente:

        “Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.

        Dios es pues nuestra meta. Hacia Él caminamos todos, aunque no lo sepamos. En todas nuestras búsquedas sinceras dios se hace el encontradizo.

      Cuando deseamos un mundo mejor, cuando nos comprometemos con la paz y la solidaridad, estamos deseando a Dios. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, estamos deseando a Dios. Cuando buscamos la verdad, la felicidad de los hermanos, sobre todo de los que más lo necesitan estamos deseando a Dios.

     Y nos encaminamos hacia el Dios uno y Trino, cuando nos queremos, cuando formamos una familia, una comunidad unida en la fe, en la esperanza y en la caridad, cuando trabajamos por la reconciliación entre los hombres. Cuando amamos de verdad, estamos dando pasos hacia la Trinidad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Fano.


Imagen para colorear.


No hay comentarios:

Publicar un comentario