“Dadles vosotros de
comer”
29 DE MAYO
SOLEMNIDAD
DEL SANTÍSIMO CUERPO
Y SANGRE DEL
SEÑOR
(DÍA NACIONAL
DE CARIDAD)
1ª Lectura:
Génesis 14,18-20
Sacó pan y
vino.
Salmo 109: Tú
eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
2ª Lectura: 1
Corintios 11,23-26
Cada vez que
coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
PALABRA DEL
DÍA
Lucas 9,11-17
“Jesús se puso a hablar a la gente del reino de Dios, y curó
a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
“Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar
alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado”. Él le contestó:
“Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y
dos peces; a no ser que vayamos a comparar de comer para todo este gentío”.
(Porque eran unos cinco mil hombres). Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles
que se echen en grupos de unos cincuenta”. Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció
la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos, para que se
los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las
sobras: doce cestos”.
Versión para
América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Pero la multitud se dio cuenta y lo siguió. El los recibió,
les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de
ser curados.
Al caer la tarde, se
acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los
pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque
estamos en un lugar desierto».
El les respondió:
«Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco
panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para
toda esta gente».
Porque eran alrededor
de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos
sentar en grupos de cincuenta»
Y ellos hicieron
sentar a todos.
Jesús tomó los cinco
panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos
la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los
sirviera a la multitud.
Todos comieron hasta
saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.”
REFLEXIÓN
Celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Y
lo hacemos con reconocimiento y gratitud inmensa. Celebramos el misterio de
nuestra salvación. La mesa está aquí, en el centro de nuestra reunión. El pan
partido y el cáliz rebosante están significando muchas cosas: hay recuerdos, hay
presencia, hay banquete, hay común-unión, hay anuncio, hay compromiso, y, sobre
todo y en todo, hay un amor misterioso, un amor propio de Dios.
Esta mesa está aquí, en el centro, pero está también en
el centro de la Iglesia, está también en el centro del mundo. Es un centro que
expande energía liberadora en todas direcciones y en todos los niveles. A esa
mesa pueden acudir todos los que tienen hambre y sed, todos los que sienten
frío, todos los que sufren de soledad y tristeza, todos los desesperanzados,
los que no encuentran sentido a su vida, todos los acobardados, todos los que
están excluidos o carecen de libertad, todos los que no se entienden o no se
quieren, todos los que están cargados y agobiados, todos los que, de una u otra
manera, están heridos.
Pero a esta mesa deben acercarse también los que están
llenos de luz y esperanza, los que se sienten bendecidos y queridos, los que
tienen hambre y sed de justicia, los que tienen ansias de crecimiento y de
frutos, los que quieren servir mejor y comprometerse, los que desean más
amistad y más comunión.
Esta mesa es lugar de encuentro no sólo para las
personas, sino para los grupos, para las comunidades, para las iglesias, para
los pueblos. Hay medicina, alimento y energía para todos. Ayuda a ver mejor los
problemas y a superarlos, a quitar prejuicios y crecer en la unidad, a vivir
más cercanos y solidarios, a olvidarse de sí y vivir para el otro o para los
otros. Ayuda a crecer en libertad, en solidaridad, en comunión, en amor.
ENTRA EN TU
INTERIOR
HACER MEMORIA
DE JESÚS
Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los
evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos,
precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el
seguimiento de sus discípulos.
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las
primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera
solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el
evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.
Desde su origen, la Cena del Señor
ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su
presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje
y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos
significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde
dentro y en comunidad.
Del relato evangélico no
aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús,
que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en
actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como
él.
La memoria de la Cena. Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús
escuchando con fe sus palabras: "Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos
de pan entregándome por vosotros hasta la muerte... Éste es el cáliz de mi
sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis
siempre. Os he amado hasta el extremo".
En este momento confesamos nuestra
fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación:
"Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor
Jesús". Nos sentimos salvados por Cristo nuestro Señor.
La oración de Jesús. Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos
enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que
llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de
justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro
peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la
tentación y liberación de todo mal.
La comunión con Jesús. Nos acercamos como pobres, con la mano tendida;
tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en
silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: "Señor, quiero
comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar
en tu proyecto de hacer un mundo más humano".
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
NO SE PUEDE
SEPARAR LA EUCARISTÍA DE LA CARIDAD
La Eucaristía es acción de gracias y la caridad
reconocimiento: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos
amarnos.
La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la
caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he
amado.
La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la
entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve,
dice Pablo en 1 Cor 13.
La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es
coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar
a Dios al que no ve?.
La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida
cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de
Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre
vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.
Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel
momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os
tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de
comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y
me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito
tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu
cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y
los justos irán a la vida eterna.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Dios! Que en este admirable
sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos,
venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que
experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu redención. Amén.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes de
Fano.
Imagen para
colorear.
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